El problemático filtro de partículas DPF/FAP de los coches diésel viene porque no está pensado para los conductores que hacen sobretodo trayectos cortos.
Me explico:
El FAP es un dispositivo ubicado en el tubo de escape que se encarga de retener todas las partículas sólidas generadas por los motores diésel. Una vez que el filtro está “lleno” de esas partículas, se encarga de incinerarlas, reduciendo así el nivel de emisiones contaminantes. Este proceso se conoce como regeneración.
Pero el problema surge al circular trayectos cortos: no se alcanza la temperatura óptima de regeneración, y eso provoca pequeñas obstrucciones del filtro de partículas; de ahí que a la larga todos los filtros FAP se obstruyen y se van saturando hasta que un día petan, encendiéndose el testigo y originando otros problemas peores si no vas al concesionario de inmediato.
El coste de cambiar un filtro de partículas es como mínimo de 1000 euros, esto viene muy bien a las casas oficiales, porque no deja de ser un negocio y cobran un dineral ya que lo que suelen hacer es cambiarlo en vez de limpiarlo. El FAP es otra razón por la que todos los concesionarios te intentan vender un diésel antes que un gasolina, aunque no lo necesites.